Causalidad: Capítulo 10, Todo ha terminado

Causalidad es una novela por entregas de misterio escrita por Carolina Santos. Cada semana publicaremos dos capítulos. El texto del capítulo siempre estará, pero además le acompañará el audiolibro de cada capítulo.

Este es el final, el final de Causalidad

Capítulo 10: Todo ha terminado

Escucha también el Epílogo, un año más tarde.

Todos los episodios:


Me metí en el baño e inspiré hondo.

Era el momento.

Acerqué el trozo de baldosa a mi muñeca.

Dos movimientos rápidos y todo terminaría.

A la de tres.

Una.

Dos.

No podía. Mierda, no me atrevía.

Salí del baño rápidamente.

Mi madre estaba en la sala.

– Mi amor – exclamó, abrazándome – ya pasó todo. La han encontrado. Han encontrado a la culpable.

¿Cómo?

Entonces…

Era libre.

Entonces…

Todo había terminado.

Entonces…

Respiré hondo, feliz.

¡Ya está! Por fin.

– ¿Quién era? – pregunté. Llevaba planteándome esa pregunta desde el día que asesinaron a Mateo.

– Solo sé que se llama Stacy Rodríguez.

Me soltaron al día siguiente. Parecía que ya no había duda de quién era realmente la asesina.

Llamé a Alec, pero no me cogió.

Llamé a Teresa.

– ¿Amelia?

– Teresa, me han soltado. Por fin.

Tardó en responder.

– Dios, por fin una buena noticia.

– ¿Dónde estás? No se oye muy bien…-pregunté.

– En el hospital.

– ¿Qué ha…?

– Es Alec – me cortó.

Abrí los ojos. 

Me encontraba en una habitación que no era la mía. 

¿Qué había ocurrido? 

Lo último que recordaba era a Stacy con un cuchillo y… Todo había sucedido muy rápido. 

Vi que estaba rodeado de tubos. 

¿El hospital? 

Me intenté levantar, y rápidamente noté un dolor agudo en el pecho. 

No podía respirar. 

Una enfermera vino corriendo y me puso una mascarilla. 

Me desvanecí. 

Estuve varios días en un estado de vigilia continuo. No sabía qué hora era, cuánto tiempo llevaba durmiendo. 

Un día desperté y estaba ella. 

– Hola. ¿Cómo te encuentras? 

– Digamos que he tenido días mejores – Respondí, irónico. 

Ella se rio y me abrazó muy fuerte, haciéndome emitir un gruñido. 

– Te recuerdo que me han clavado una navaja donde me estás abrazando… 

Amelia me soltó, preocupada. 

Yo me reí al ver su cara de agobio. 

– Lo conseguiste, Alec. Encontraste a la asesina. 

Me dio un beso en la mejilla. 

– ¿Ahí también duele? 

Sonreí. 

– ¿Qué pasó en casa de Stacy? 

Amelia me dio la mano. 

– Te salvó la abuela de la chica. Según relató, estaba en el salón cuando oyó ruidos en la habitación de su nieta y llamó a la policía. Yo creo que sabía lo que tramaba Stacy. – inspiró y continuó el relato – cuando entraron los policías os encontraron a los tres inconscientes: tú estabas tirado en una esquina, vomitando sangre. De verdad que no sé como sobreviviste. Tu hermano estaba al lado de Stacy. Le tiró una silla encima. Dice la policía que él seguramente se desmayó justo después de soltar la silla. Se debió dar con el armario antes de caer al suelo. Te salvó la vida, Alec. Si Stacy te hubiera clavado una sola vez más la maldita navaja… 

Me apretó muy fuerte la mano.

– Era exactamente igual a ti – murmuré. – ¿Por qué crees que…

– Casualidad – me cortó – Pura causalidad. 

EPÍLOGO: Un año más tarde

Sonó el despertador. 

Lo corté con un golpe seco. 

Me desperecé y me levanté de la cama. 

– Tío, que son las siete de la mañana de un sábado – me soltó Luis – me despertaste…

Me reí y le dije que había quedado, a lo que respondió con un bufido. 

Me miré en el espejo mientras me cambiaba. El pelo me crecía enmarañado hasta casi la barbilla, y estaba muy moreno. Rocé sin querer con el dedo la cicatriz del estómago, aún latiente, y vi las estrellas. 

Salí de mi casa y fui hacia la plaza del pueblo. Estaba amaneciendo, no había nadie por las calles. 

Amelia me esperaba en la plaza, sentada en unas escaleras. 

– Buenos días… 

Nos besamos. Llevábamos juntos casi ocho meses, pero aun así el corazón me daba un vuelco cada vez que la veía. 

-¿Preparada? – pregunté. 

Ella solo asintió. 

Entramos en la habitación del hospital y le saludé. 

– Buenos días, Pablo. Hoy no estamos solos tú y yo: también está Amelia. 

Pablo había entrado en coma días después de la detención de Stacy, y desde entonces iba cada día a verle y a contarle cualquier cosa, imaginando que iba a despertar en

cualquier momento. 

– Verás, Pablo… – comencé – resulta que Amelia y yo… Estamos saliendo. 

Me quedé callado, esperando cualquier reacción por su parte. 

Un movimiento, un parpadeo… 

Cualquier cosa. 

Pero no se movió. 

Como llevaba desde hace un año.

– Anda, vámonos a dar una vuelta y luego volvemos – me pidió Amelia. 

Le di la mano y fuimos a dar un paseo por el centro del pueblo.


Escritora: Carolina Santos

Narradores: Carolina Santos y Rocky Rocker


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